Agonizaba cuando repararon en él aquel lunes 30 de junio de 1947 en un refugio de la Cruz Roja de Múnich. El hombre clave pero menos conocido del Tercer Reich, aquel que más cerca estuvo de Adolf Hitler, había mudado las elegantes galas que lucía apenas dos años antes por un sucio uniforme de campaña estadounidense que le quedaba grande. Obeso, pálido, maloliente, afásico, aquella ruina humana fallecía horas después en el hospital debido a complicaciones cardiacas. Entre sus objetos personales hallaron un viejo pasaporte de la Alemania nazi: «Profesor Theodor Morell, médico personal de Adolf Hitler».. Sonríe el escritor y periodista Eric Frattini (Lima, 1963) cuando recuerda que, tras publicar la todavía hoy biografía canónica de Hitler en 1974, el historiador británico Joachim Fest declaró que la suya era «la última palabra» porque «ya no quedan nuevas revelaciones que descubrir». Pues bien, desde entonces hasta hoy han sido desclasificados más de nueve millones de documentos sobre el hombre y el régimen que a punto estuvieron de llevar a la ruina a nuestra civilización. Y entre ellos brilla con luz propia el diario del doctor Morell que, tras muchas peripecias, sólo ha podido ser bien estudiado recientemente. Su impactante contenido lo desgrana Frattini en El paciente A: la historia médica de Adolf Hitler (Espasa).. ¿Cómo es posible que los cruciales diarios del doctor Morell no hayan llamado la atención de la historiografía hasta fecha tan reciente? Frattini recibe al periodista en su casa de Madrid y recuerda que la propia figura del médico apenas es conocida, en realidad. Pasa desapercibida en los libros de historia sobre el Tercer Reich y apenas lo citan las biografías escritas por unos jerarcas nazis que, como Albert Speer, despreciaban y envidiaban a partes iguales a aquel oscuro doctor que tenía acceso privilegiado a la intimidad del Führer.. «Morell era la sombra de Hitler», recuerda Frattini. «Un tipo gordo con gafas de concha que solía aparecer en las fotos siempre detrás del líder nazi. Porque Hitler no iba a ningún sitio sin su doctor, que permanecerá a su lado hasta apenas unos días antes de que se suicide en el búnker. Los soviéticos, sin embargo, sí eran conscientes de la importancia de aquel hombre. La NKDV lo cita hasta en cuarenta y cuatro ocasiones en sus informes. En la historia del Tercer Reich no hubo absolutamente ningún personaje que llegara a tener tanto acceso a Hitler. ¡Y lo increíble es que, en realidad, Morell fue un médico muy cutre!».. Podemos resumirlo así: un hipocondriaco paranoico, con severos problemas gastrointestinales que le impedían ir al baño durante semanas, con eccemas persistentes en las extremidades, medio sordo después de que le reventara cerca una bomba en las trincheras de la Gran Guerra, insomne crónico y enfermo de Parkinson, vio agravadas todas aquellas dolencias por un médico charlatán de tercera categoría en los compases finales de la II Guerra Mundial, cuando dirigía personalmente a los ejércitos alemanes contra formidables enemigos como la URSS o los aliados desembarcados en Normandía.. Valga una prueba de los estrafalarios métodos de aquel doctor: Theodor Morell administraba a Hitler un placebo completamente ineficaz de mantequilla con mucho azúcar llamado Vitamultin-Calcium, además de extractos de testículos y vesículas seminales de toros jóvenes para tratar sus problemas sexuales. Por supuesto, sin éxito.. «Morell administraba a Hitler extractos de testículos y vesículas seminales de toros jóvenes para tratar sus problemas sexuales». Desde que Hitler conoció en los años 30 a Morell, un especialista en enfermedades venéreas, gracias a la mediación del fotógrafo Heinrich Hoffman, la salud del Führer no dejó de deteriorarse paulatinamente, asegura el autor de El paciente A: «Es Theodor Morell quien hace enfermar cada vez más a Hitler y le convierte en un adicto a las drogas. Le administraba hasta 70 medicamentos habituales que consignaba en un calendario: metanfetaminas, cocaína tópica, testosterona, glucosa, estradiol, corticosteroides, píldoras para dormir… Los jerarcas nazis sospechaban que algo no iba del todo bien pero no se atrevían a hacer nada porque Morell era un privilegiado. El único, por ejemplo, que veía a Adolf Hitler, que era muy pudoroso, desnudo».. Eric Frattini defiende que los achaques y enfermedades de Hitler provocaron serios retrasos en las decisiones militares alemanas durante momentos decisivos de la contienda mundial. Recordemos que el Führer asumió el mando directo de las operaciones militares en diciembre de 1941, tras la destitución del Mariscal de Campo Walther von Brauchitsch. Así, en la madrugada del 5 al 6 de junio de 1944, por ejemplo, cuando empiezan a desembarcar los aliados en Normandía, Hitler estaba profundamente dormido después de que Morell le hubiera administrado una sobredosis de somníferos y nadie se atrevió a despertarlo hasta las doce del mediodía, cuando ya había cientos de miles de soldados aliados en las playas. De esta forma, dos divisiones Panzer estacionadas en Luxemburgo, que podían haber sido transferidas, no llegaron a tiempo. Aquellas píldoras de somníferos que le dio Morell a Hitler la noche del 5 al 6 de junio y que valdría unos veinticinco centavos salvó a muchos soldados aliados. Sin ella, tal vez el resultado del Día D habría sido muy distinto.. El doctor Morell junto a Hitler en Berghof , la residencia del ‘Führer’ en los Alpes Bávaros, hacia 1940.ARCHIVO DEL AUTOR. «La Alemania nazi fue un país de yonkis», afirma Frattini sin titubear. «Se calcula que en 1941 casi el 67% de la población alemana tomaba pervitín, una metanfetamina similar al speed a la que también era adicto Hitler. El pervitín se daba en las farmacias sin receta. Vendían incluso unos bombones rellenos de pervitín que tomaban las mujeres del Tercer Reich para cubrir las necesidades de los soldados que volvían del frente. El descanso del guerrero. Hasta que los doctores dieron la voz de alarma sobre los enormes problemas de adicción que estaba generando en la sociedad y en 1944 restringen su uso y declaran al pervitín como arma de guerra para suministrar única y exclusivamente a unidades de combate». El pervitín fue el arma secreta que dio alas por ejemplo a la guerra relámpago, pues permitía a las unidades de la Wehrmacht combatir durante jornadas enteras sin descanso. La Alemania nazi llegó a fabricar nueve millones de dosis diarias.. «En pleno Desembarco de Normandía, Hitler estaba dormido por una sobredosis de somníferos… Nadie osó despertarlo hasta las 12 del mediodía». Tenemos pues a un hipocondríaco y paranoico, aterrado por la perspectiva de morir joven, como le había ocurrido a su padre, completamente dependiente de un oscuro doctor sin escrúpulos que le atiborraba con toda clase de estrafalarios remedios y potentes drogas. Esperen, ¿paranoico hasta qué punto? ¿Hemos resuelto al fin el debate sobre la supuesta locura de Hitler? Si Hitler estaba loco, no lo estaba más que la Alemania de su tiempo, reflexiona Frattini. Ninguno de los grandes biógrafos de Hitler, casi todos británicos, creen que lo fuera. Nadie. Sería una forma de disculpar lo que Hitler provocó y al pueblo alemán que lo siguió. «¿Quién es más loco, el loco o el que sigue al loco? Yo con todos los documentos que he consultado sobre la salud de Hitler no puedo llegar a esa conclusión. Sí, era un paranoico y un hipocondriaco, como le pasa a tanta gente que no está loca para nada».. Un asunto que nunca pasa de moda y que seguramente ustedes estaban esperando: los genitales del Führer. Muchas veces se ha dicho que le faltaba un testículo y en El paciente A se postula un posible hipospadias, o deformación de la uretra. Por otra parte, no deja de resultar extraño que Morell le inyectara a testosterona. ¿Fueron los complejos sexuales de aquel hombre, tal vez sifilítico e impotente, los que llevaron al mundo al desastre?. Hitler tuvo una relación muy extraña con su madre. Durmió hasta la adolescencia con ella y cuentan que sufrió un shock sexual cuando fue testigo de cómo su padre violó a su madre. Entre sus parafilias se contaban la coprofilia o el sadomasoquismo, como difundió una célebre actriz antes de que la Gestapo la tirara por la ventana de una cuarta planta. Seis de las siete mujeres que se relacionaron con él se suicidaron. O las suicidaron. Su pareja hasta el final, Eva Braun, reclamaba al doctor que administraba a Hitler «más testosterona» debido a su frialdad en la alcoba. Mantuvo además relaciones homosexuales con al menos siete varones que también fueron eliminados de la circulación, contabiliza Frattini.. «Yo no diría que Adolf Hitler fue homosexual, sino más bien bisexual», matiza el autor del libro. «En las fotografías comprobamos que le encantaba estar con mujeres guapas, actrices de cine, etc. aunque era un tremendo misógino, sí le gustaban las mujeres. Le gustaban las mujeres, pero también parece ser que también le gustaban los hombres».. De origen peruano pero ciudadano español desde hace décadas, Frattini ha dedicado con este último libro nada menos que cuatro títulos a la Alemania nacionalsocialista en los que ha investigado desde las dudas acerca de si Hitler murió realmente en el búnker, a la peripecia de los científicos del Tercer Reich o las líneas de rata que sirvieron de huida a los nazis tras la rendición. Su otro gran ámbito de estudio en el que pocos pueden compararse es el Vaticano. No en vano ha sido el asesor principal de la película El cónclave que, protagonizada por Ralph Fiennes, ha sido una de las más taquilleras del año en EEUU.. «Aunque era un tremendo misógino, al ‘Führer’ le gustaban las mujeres, pero parece ser que también le gustaban los hombres, era bisexual». Frattini ultima un nuevo libro sobre Francisco que publicará a la muerte de un Papa al que juzga muy críticamente. Pero asegura que quiere abandonar por completo la escritura para centrarse en las expediciones que realiza a lugares tan remotos como la Antártida, de donde acaba de regresar, con su asociación benéfica Reto Pelayo Vida que montó tras la repentina y devastadora muerte por cáncer de su amigo Luis Miguel Rocha.. La entrevista llega a su fin y toca la pregunta inevitable, la misma que se plantea el doctor Cabrera en el prólogo de El paciente A: ¿Cómo pudo un hombre insignificante como Hitler, «un joven holgazán de Viena» de salud arruinada por un inescrupuloso doctor, llegar a aquel extremo de poder que le permitió incendiar el planeta y acaba con la vida de decenas de millones de personas? «Los populismos en tiempos de crisis son muy peligrosos», responde Frattini. «Me da igual que sean de derechas o de izquierda. Bien es cierto que Hitler llega al poder apoyado por la gran banca y la clase industrial alemana, con mucho dinero invertido por aquellas cinco o seis familias poderosas. Pero también es verdad que logró recabar un apoyo popular masivo. Hitler es uno de los grandes publicistas de la historia. Y otros que lo rodearon, como Goebbels, eran muy buenos en lo suyo, en lanzar mensajes que el pueblo alemán podía reconocer en tiempos no sólo de crisis económica, sino también identitaria, tras la derrota en la Primera Guerra Mundial. Los nazis supieron calar en una población alemana que necesitaba escuchar ese tipo de mensajes».. ¿Y hoy? ¿Es cierto que nuestros convulsos tiempos actuales recuerdan las tensiones de los años 30, del periodo de entreguerras, donde se exacerbaron los nacionalismos y extremismos políticos que acabaron por despeñar al mundo en el abismo de una violencia nunca antes conocida? «Los populismos nunca han dejado de existir», concluye Frattini, «y hoy sufrimos en Europa no tanto una crisis económica, que también, como una crisis de valores. Estamos narcotizados y con una muy escasa capacidad de respuesta ante lo que nos deparará el incierto futuro».
La Lectura // elmundo
Eric Frattini publica las últimas revelaciones del diario del oscuro doctor Morell, el médico que se convirtió en la sombra de un ‘Führer’ enfermo al que sometió a tratamientos draconianos que estuvieron a punto de matarlo. «En pleno Desembarco de Normandía, Hitler estaba dormido por una sobredosis de somníferos…» Leer
Eric Frattini publica las últimas revelaciones del diario del oscuro doctor Morell, el médico que se convirtió en la sombra de un ‘Führer’ enfermo al que sometió a tratamientos draconianos que estuvieron a punto de matarlo. «En pleno Desembarco de Normandía, Hitler estaba dormido por una sobredosis de somníferos…» Leer