“En los años sesenta, Suárez escribía una narrativa que nadie escribía. Suárez rompió con el realismo cuando el realismo reinaba: hizo literatura fantástica cuando casi nadie la hacía, hizo metaliteratura cuando casi nadie sabía lo que era la metaliteratura, hizo narrativa pop cuando el pop solo era un estilo pictórico, y nuevo periodismo cuando los nuevos periodistas aún no habían bautizado el invento”, escribe en el prólogo de El caso de las cabezas cortadas Javier Cercas, que dedicó su tesis doctoral a su autor. Gonzalo Suárez (Oviedo, 1934) es, para Cercas, nuestro primer escritor posmoderno. “Lo hizo todo antes y durante y después”, dice Rodrigo Fresán.. Cineasta, narrador, periodista y pintor, admirado por Julio Cortázar y amigo de Sam Peckinpah, escritor raro con numerosos seguidores y abundantes ediciones, Gonzalo Suárez ha dicho que “huyo de todo aquello que pueda hacerme creer que ya he llegado”. Ahora, el autor de Trece veces trece, Rocabruno bate a Ditirambo y Gorila en Hollywood, que sacó en 2022 el libro de relatos El cementerio azul y alguna vez ha señalado que la única diferencia entre causalidad y casualidad es la posición de una letra, publica un cómic. Suárez encontró una carpeta con viñetas que había hecho a finales de los cincuenta en París. En esa época, cuenta, “siguiendo las indicaciones de un argelino llamado Rida, yo cortaba cañerías de plomo y las empalmaba en una zanja abierta hasta el surtidor de las gasolineras”. En el París de esa época está también ambientada la novela Con el cielo a cuestas.. A sugerencia del editor Diego Moreno, Suárez elaboró unos textos que construían o explicaban una trama: una historia disparatada, graciosa, veloz y ligera. (Publicada con holgura: una viñeta en cada página impar, el texto en la página par). “París era una fiesta, dijo Ernest Hemingway antes de pegarse un tiro” arranca una especie de presentación que antecede a una historia delirante de crímenes y pesquisas, llena de alusiones literarias y cinematográficas un poco descolocadas, como en un sueño. Algunos ejemplos: el inspector que investiga los crímenes se llama Gabin, el urólogo que analiza la orina del “vecino descabezado” es Jules Renard, mientras que dos policías son, naturalmente, Joseph y Joseph. Aparecen los perseguidos de Hitchcock, los indios de John Ford, el Café de Flore y Les deux Magots. A veces uno piensa en el cine negro francés; otras en una investigación que transcurre una especie de tira de La Codorniz o Rue del Percebe culturalista y parisina; y otras recuerda memorables escenas vecinales en De cuerpo presente, como la cadena que se forma para evitar la caída de una niña o las huidas por los tejados. Frente a otros vanguardistas pelmazos, Gonzalo Suárez siempre ha sido muy divertido.. Al igual que en otras obras de Suárez, en El caso de las cabezas cortadas conviven la parodia y el pastiche con las asociaciones fulgurantes de ideas, un costumbrismo teñido de fantasía y absurdo, un aire romántico y lúdico a la vez, y un espíritu simultáneamente filosófico e infantil. También comparte con otros libros del autor el gusto por el chiste que subvierte el lenguaje y la lógica, y que a la vez muestra lo arbitrario de nuestras palabras y pensamientos. “Los vecinos interrogados se declararon inocentes. Eran gente honrada que solo mataba con el pensamiento”, cuenta el narrador, mientras que “Manolito no era tan malo. Era peor”. En cambio, la portera “Madame López era malagueña, como Picasso, en cuyo Atelier des Grands-Augustins ella había quitado el polvo al Guernica y echado otro con el pintor”. El narrador afirma que “con frecuencia, la inocencia es inequívoca prueba de culpabilidad”, y también observa que no hay duda de que “Nadie engaña a sus pasos, incluso cuando uno no va a ninguna parte”. Quizá por eso al leer a Gonzalo Suárez conviene dejarse llevar, relajarse y disfrutar. Es probable que cuando acabes quieras volver al principio.. Seguir leyendo
“En los años sesenta, Suárez escribía una narrativa que nadie escribía. Suárez rompió con el realismo cuando el realismo reinaba: hizo literatura fantástica cuando casi nadie la hacía, hizo metaliteratura cuando casi nadie sabía lo que era la metaliteratura, hizo narrativa pop cuando el pop solo era un estilo pictórico, y nuevo periodismo cuando los nuevos periodistas aún no habían bautizado el invento”, escribe en el prólogo de El caso de las cabezas cortadas Javier Cercas, que dedicó su tesis doctoral a su autor. Gonzalo Suárez (Oviedo, 1934) es, para Cercas, nuestro primer escritor posmoderno. “Lo hizo todo antes y durante y después”, dice Rodrigo Fresán.Cineasta, narrador, periodista y pintor, admirado por Julio Cortázar y amigo de Sam Peckinpah, escritor raro con numerosos seguidores y abundantes ediciones, Gonzalo Suárez ha dicho que “huyo de todo aquello que pueda hacerme creer que ya he llegado”. Ahora, el autor de Trece veces trece, Rocabruno bate a Ditirambo y Gorila en Hollywood, que sacó en 2022 el libro de relatos El cementerio azul y alguna vez ha señalado que la única diferencia entre causalidad y casualidad es la posición de una letra, publica un cómic. Suárez encontró una carpeta con viñetas que había hecho a finales de los cincuenta en París. En esa época, cuenta, “siguiendo las indicaciones de un argelino llamado Rida, yo cortaba cañerías de plomo y las empalmaba en una zanja abierta hasta el surtidor de las gasolineras”. En el París de esa época está también ambientada la novela Con el cielo a cuestas.A sugerencia del editor Diego Moreno, Suárez elaboró unos textos que construían o explicaban una trama: una historia disparatada, graciosa, veloz y ligera. (Publicada con holgura: una viñeta en cada página impar, el texto en la página par). “París era una fiesta, dijo Ernest Hemingway antes de pegarse un tiro” arranca una especie de presentación que antecede a una historia delirante de crímenes y pesquisas, llena de alusiones literarias y cinematográficas un poco descolocadas, como en un sueño. Algunos ejemplos: el inspector que investiga los crímenes se llama Gabin, el urólogo que analiza la orina del “vecino descabezado” es Jules Renard, mientras que dos policías son, naturalmente, Joseph y Joseph. Aparecen los perseguidos de Hitchcock, los indios de John Ford, el Café de Flore y Les deux Magots. A veces uno piensa en el cine negro francés; otras en una investigación que transcurre una especie de tira de La Codorniz o Rue del Percebe culturalista y parisina; y otras recuerda memorables escenas vecinales en De cuerpo presente, como la cadena que se forma para evitar la caída de una niña o las huidas por los tejados. Frente a otros vanguardistas pelmazos, Gonzalo Suárez siempre ha sido muy divertido.Al igual que en otras obras de Suárez, en El caso de las cabezas cortadas conviven la parodia y el pastiche con las asociaciones fulgurantes de ideas, un costumbrismo teñido de fantasía y absurdo, un aire romántico y lúdico a la vez, y un espíritu simultáneamente filosófico e infantil. También comparte con otros libros del autor el gusto por el chiste que subvierte el lenguaje y la lógica, y que a la vez muestra lo arbitrario de nuestras palabras y pensamientos. “Los vecinos interrogados se declararon inocentes. Eran gente honrada que solo mataba con el pensamiento”, cuenta el narrador, mientras que “Manolito no era tan malo. Era peor”. En cambio, la portera “Madame López era malagueña, como Picasso, en cuyo Atelier des Grands-Augustins ella había quitado el polvo al Guernica y echado otro con el pintor”. El narrador afirma que “con frecuencia, la inocencia es inequívoca prueba de culpabilidad”, y también observa que no hay duda de que “Nadie engaña a sus pasos, incluso cuando uno no va a ninguna parte”. Quizá por eso al leer a Gonzalo Suárez conviene dejarse llevar, relajarse y disfrutar. Es probable que cuando acabes quieras volver al principio. Seguir leyendo
crítica literaria. Crítica. Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia. Una carpeta con viñetas realizadas a finales de los años 50 en París es el origen de este libro en el que conviven la parodia y el pastiche con las asociaciones fulgurantes de ideas. Ilustración del libro ‘El caso de las cabezas cortadas’, de Gonzálo Suárez. Texto que acompaña la viñeta: «No hay asesinato sin asesino, reflexionó el inspector, y se le erizó el pelo al gato».Gonzalo Suárez (NORDICA LIBROS). “En los años sesenta, Suárez escribía una narrativa que nadie escribía. Suárez rompió con el realismo cuando el realismo reinaba: hizo literatura fantástica cuando casi nadie la hacía, hizo metaliteratura cuando casi nadie sabía lo que era la metaliteratura, hizo narrativa pop cuando el pop solo era un estilo pictórico, y nuevo periodismo cuando los nuevos periodistas aún no habían bautizado el invento”, escribe en el prólogo de El caso de las cabezas cortadas Javier Cercas, que dedicó su tesis doctoral a su autor. Gonzalo Suárez (Oviedo, 1934) es, para Cercas, nuestro primer escritor posmoderno. “Lo hizo todo antes y durante y después”, dice Rodrigo Fresán.. Cineasta, narrador, periodista y pintor, admirado por Julio Cortázar y amigo de Sam Peckinpah, escritor raro con numerosos seguidores y abundantes ediciones, Gonzalo Suárez ha dicho que “huyo de todo aquello que pueda hacerme creer que ya he llegado”. Ahora, el autor de Trece veces trece, Rocabruno bate a Ditirambo y Gorila en Hollywood, que sacó en 2022 el libro de relatos El cementerio azul y alguna vez ha señalado que la única diferencia entre causalidad y casualidad es la posición de una letra, publica un cómic. Suárez encontró una carpeta con viñetas que había hecho a finales de los cincuenta en París. En esa época, cuenta, “siguiendo las indicaciones de un argelino llamado Rida, yo cortaba cañerías de plomo y las empalmaba en una zanja abierta hasta el surtidor de las gasolineras”. En el París de esa época está también ambientada la novela Con el cielo a cuestas.. A sugerencia del editor Diego Moreno, Suárez elaboró unos textos que construían o explicaban una trama: una historia disparatada, graciosa, veloz y ligera. (Publicada con holgura: una viñeta en cada página impar, el texto en la página par). “París era una fiesta, dijo Ernest Hemingway antes de pegarse un tiro” arranca una especie de presentación que antecede a una historia delirante de crímenes y pesquisas, llena de alusiones literarias y cinematográficas un poco descolocadas, como en un sueño. Algunos ejemplos: el inspector que investiga los crímenes se llama Gabin, el urólogo que analiza la orina del “vecino descabezado” es Jules Renard, mientras que dos policías son, naturalmente, Joseph y Joseph. Aparecen los perseguidos de Hitchcock, los indios de John Ford, el Café de Flore y Les deux Magots. A veces uno piensa en el cine negro francés; otras en una investigación que transcurre una especie de tira de La Codorniz o Rue del Percebe culturalista y parisina; y otras recuerda memorables escenas vecinales en De cuerpo presente, como la cadena que se forma para evitar la caída de una niña o las huidas por los tejados. Frente a otros vanguardistas pelmazos, Gonzalo Suárez siempre ha sido muy divertido.. Al igual que en otras obras de Suárez, en El caso de las cabezas cortadas conviven la parodia y el pastiche con las asociaciones fulgurantes de ideas, un costumbrismo teñido de fantasía y absurdo, un aire romántico y lúdico a la vez, y un espíritu simultáneamente filosófico e infantil. También comparte con otros libros del autor el gusto por el chiste que subvierte el lenguaje y la lógica, y que a la vez muestra lo arbitrario de nuestras palabras y pensamientos. “Los vecinos interrogados se declararon inocentes. Eran gente honrada que solo mataba con el pensamiento”, cuenta el narrador, mientras que “Manolito no era tan malo. Era peor”. En cambio, la portera “Madame López era malagueña, como Picasso, en cuyo Atelier des Grands-Augustins ella había quitado el polvo al Guernica y echado otro con el pintor”. El narrador afirma que “con frecuencia, la inocencia es inequívoca prueba de culpabilidad”, y también observa que no hay duda de que “Nadie engaña a sus pasos, incluso cuando uno no va a ninguna parte”. Quizá por eso al leer a Gonzalo Suárez conviene dejarse llevar, relajarse y disfrutar. Es probable que cuando acabes quieras volver al principio.. Gonzalo Suárez. Prólogo de Javier Cercas. Nórdica, 2025. 218 páginas. 19,50 euros. Búsquelo en su librería. Tu suscripción se está usando en otro dispositivo. ¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?. Añadir usuarioContinuar leyendo aquí. Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.. ¿Por qué estás viendo esto?. Flecha. Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.. Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. 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