La agenda de David McVicar (Glasgow, 1966) predispone al vértigo en su inverosímil conjugación de destinos y husos horarios que hacen posible su presencia en teatros de ópera de todo el mundo: hace unos días en Madrid (para la inauguración de la temporada del Teatro Real con la Adriana Lecouvreur, que estará en cartel hasta el 11 de octubre), ahora en Londres (para firmar un contrato), en unos días en Milán (donde ha comenzado los ensayos de El oro del Rin en La Scala) y dentro de poco en Nueva York con motivo de la reposición de su Tosca. Después le esperan en Cardiff, Gotemburgo, Berlín… Con razón el director de escena escocés, inmune ya a los estragos del jet lag, ha hecho de las vivificantes pausas de las salas de espera de los aeropuertos su particular laboratorio de pruebas. Allí relee y subraya los libretos de las óperas para encontrar cualquier detalle potencialmente problemático, como el encuentro ficticio entre María Estuardo e Isabel I de Inglaterra de la segunda entrega de la Trilogía Tudor de Donizetti, cuyo montaje se estrenará el 14 de diciembre en el coliseo madrileño (y viajará más tarde a Barcelona). «La clave de Maria Stuarda consiste en lograr convertir lo que fue un conflicto político en un drama romántico», confiesa McVicar, que hace unos años fue distinguido por la Casa Windsor con el título de Knight Bachelor. «Dos reinas enfrentadas y solo un trono disponible. La diversión está garantizada», se carcajea.. No es habitual que un mismo director se encargue, al mismo tiempo, de inaugurar la temporada y firmar un nuevo montaje dentro de la temporada de un teatro. ¿A qué obedece su buena sintonía con el equipo artístico del Teatro Real y el público madrileño?. Me siento muy agradecido, y afortunado, de que en Madrid se valore mi trabajo. Y considero un privilegio poder desarrollar nuevos proyectos en las condiciones del Teatro Real, donde, a diferencia de otros escenarios de Europa y Estados Unidos, no se escatima en horas de ensayo. Eso hace posible que las cosas salgan bien.. Su montaje de Adriana Lecouvreur, que hace unos meses clausuró la temporada del Liceu, se ha convertido en un clásico, ovacionado a su paso Londres, Nueva York y París. ¿Qué hace posible que algunas producciones duren tanto y se sigan reponiendo?. ¡Qué gran misterio! [risotada] Esta ópera conjuga elementos de la vida de Adriana, una célebre actriz francesa del siglo XVIII, con la leyenda que dejó tras su muerte, posiblemente envenenada. Ese tipo de tragedia y mitomanía me llevó a inspirarme en la atmósfera del Hollywood dorado de los años treinta para lograr una suerte de verismo de última generación trufado de amor romántico. Creo que el híbrido funciona: los personajes resultan creíbles y la factura musical mantiene al público en vilo.. «Los jóvenes han encontrado en la ópera un filón de experiencias radicales», celebra el director de escena. El encuentro entre las dos reinas de Maria Stuarda dio muchos quebraderos de cabeza a Donizetti y a su libretista. ¿Cree, como algunos piensan, que es una licencia demasiado forzada o no del todo bien resuelta?. Donizetti no fue el primero en plantear esta hipótesis, aunque es cierto que se desvía más de la cuenta del original de [Friedrich] Schiller, cuyo enfoque tiene más que ver con una intriga política que con un monumental ataque de celos. Dicho lo cual, considero que Donizetti fue muy valiente al proponer algo radicalmente diferente a lo que acostumbraban los compositores de su generación. Y alcanzó una nueva cima del belcanto con una historia que opera con los mismos presupuestos que la serie The Crown. ¿Todo lo que vemos sucedió de verdad? Seguramente no, pero quizá por eso nadie despega la nariz de la pantalla.. ¿Cómo explica que la ópera, estrenada en 1835, tardara más de un siglo en incorporarse al repertorio?. Nadar a contracorriente tiene sus inconvenientes. Y Donizetti no fue ajeno a las inseguridades. Sobre todo después de que los censores le exigieran una versión más conservadora, que se presentó bajo el título de Buondelmonte. Sin embargo, el impacto que había causado en el público el estreno original, con María Malibrán al frente del reparto, acabó imponiéndose.. Una de sus asistentes, Bárbara Lluch, se ha labrado una carrera de éxito y protagonizado, también, alguna que otra polémica a cuenta de la adulteración de los libretos. ¿A favor o en contra de la fidelidad al original?. Digamos, para resumir, que no busco en el teatro como público lo mismo que persigo como director. Es decir, si funciona y me sorprende, bienvenido sea. Yo mismo he tomado decisiones muy controvertidas en algunos de mis montajes de Giulio Cesare o Salomé, creo que para liberarme de ciertas connotaciones tradicionalistas. Ahora bien, no disfruto nada de las descargas eléctricas gratuitas…. La gente ya no compra discos, las salas de cine están semivacías y, sin embargo, se agotan las entradas para los estrenos de ópera. ¿Qué está pasando?. Por mucho que pensemos que la juventud está perdida, que ya no son tan cultos como sus abuelos y todas esas cosas, al final las nuevas generaciones se abren camino. Y parece ser, o así me consta a mí, que han encontrado en las funciones de ópera un filón de experiencias, en muchos sentidos radicales, que actualizan y reformulan el ritual primigenio del teatro griego.. ¿No era la ópera un ritual de minorías elitistas?. ¡Eso ya no se lo cree nadie! Por el precio de una entrada a un concierto de Taylor Swift te puedes pagar un abono joven para la temporada completa. La ópera está viviendo una nueva edad de oro. Porque no sólo nos cuenta historias que nos conmueven y nos hacen reflexionar, sino que, si se hace bien, puede resultar irresistiblemente sexy.
La Lectura // elmundo
El director de escena británico David McVicar protagoniza el primer tramo de la temporada lírica con ‘Adriana Lecouvreur’ y ‘Maria Stuarda’, ambas en el escenario del Teatro Real Leer
El director de escena británico David McVicar protagoniza el primer tramo de la temporada lírica con ‘Adriana Lecouvreur’ y ‘Maria Stuarda’, ambas en el escenario del Teatro Real Leer