Otra causa, tengo muchas, durante los más de veinte años que llevo con ella he detectado que levanta controversia, pereza y poco apoyo. Mi gente quiere volver al huso horario que el país tenía antes de que Franco decidiera coordinarse con la Alemania nazi. Es una de esas historias inverosímiles, que parecen una leyenda urbana, que a los amantes de la luz a las once de la noche les hace levantar una ceja acusadora, qué me está contando esta conspiranoica, por qué no le gusta que si salgo de trabajar a las ocho y media de la tarde todavía me quede un rato de luz, la vida aquí siempre ha sido así y siempre será así, lo que faltaba.. Bueno, lo voy a volver a contar porque se acerca el cambio de hora que me amarga la mitad del año y no puedo pensar en otra cosa. El horario que manejamos no es el que nos corresponde y, aunque la mayoría del pueblo lo ha aceptado y ejecuta los hábitos que este desquicie ha provocado con orgullo, la verdad es que llevamos menos de un siglo así, ocho décadas y media, cuando mi abuela nació se trabajaba antes y se desayunaba antes y se cenaba antes, se descansaba más y desde luego no había jornadas laborales con dos horas vacías en el centro comiéndose el día. Después de mi larga experiencia dando la chapa con esta causa he comprobado que el punto más difícil de aceptar para el interlocutor es el de la paradoja. Las paradojas suenan a bulo y rompen el entendimiento. El actual argumento clave a favor del huso horario del que se encaprichó Franco para vivir la fantasía de ser compi de pupitre de Hitler no suele estar relacionado con el fascismo sino con el aprovechamiento de la jornada y del recorrido del sol. Cómo le explico yo a esta persona que si sale tan tarde del trabajo es precisamente por culpa del huso horario absurdo que nos lleva a la ruina mental, que nos rompe el ritmo biológico del sueño, que hace que en sitios como Galicia, Extremadura, León o Huelva durante la mitad del año se viva en descoordinación total con el sol, que sin este horario absurdo fruto de decisiones políticas sin sentido esta persona no saldría de trabajar a las ocho y media porque el desfase de estar cenando a partir de las diez se corregiría.. «Si sale tan tarde del trabajo es por culpa del huso horario absurdo que nos lleva a la ruina mental y nos rompe el ritmo biológico del sueño». Tuve esperanza un tiempo y sigo apoyando el movimiento, pero tras varias comisiones y varios debates sobre la posibilidad que acaban diluyéndose por falta de consenso entre la ciudadanía a estas alturas no albergo fe. Lo peor es que lo entiendo. El desfase se ha convertido en un icono nacional. Cenar temprano se considera de mojigatos. Racionalmente defiendo el regreso al huso horario natural activamente, he firmado muchas peticiones, comido muchas cabezas, hasta escribí un libro cuyo motor inicial era que un personaje perdía el norte el día del cambio de hora de primavera, pero habiéndome criado aquí no puedo evitar sentir una simpatía pasional e ilógica hacia el estilo de vida caótico que se ha vuelto sello de mi tierra. Es como quien se enorgullece de haberse desarrollado en una familia lianta. No lo quiero, de hecho lo detesto y lo sufro pero cuando veo los veladores llenos adentrándose en la madrugada me hace gracia, y cuando me mezclo con gente con hábitos más racionales disfruto de sus saludables ventajas mientras por otro lado me siento fuerte por estar acostumbrada a vivir en el desastre.. Hay otros ejemplos que ayudan a ubicar la cuestión. Funciona bien el de China, donde se instauró un huso horario delirante en 1949 que unificó un territorio de más de cinco mil kilómetros de longitud de manera que lo que tendría que haber comprendido cinco husos diferentes quedaba regido por uno solo. En la práctica esto resulta tan dificultoso y antinatural que es una medida meramente administrativa y, más allá de lo oficial, en la práctica la gente suele vivir ajustándose a ritmos más sensatos. En Rusia, India o Venezuela medidas similares afectan a la vida cotidiana de la gente. También funciona bien mencionar que países cercanos como Portugal o Italia cambiaron su hora para sintonizarse con Europa al mismo tiempo que España pero que cuando terminó la guerra volvieron a la situación previa, que Franco prometió hacer lo mismo pero cuando llegó el momento se echó atrás. Al llegar a estos sitios mi interlocutor empieza a estar más convencido de que no es una leyenda urbana pero lo he empezado a perder a costa del cansancio. Se aburre, se harta, para él no es un problema, sigue sin pensar que las consecuencias sean negativas para nosotros, nuestra rutina no le parece enfermiza y cuando le menciono apuntes sobre nuestra productividad mermada y nuestro cansancio crónico se pone a mirar el reloj del móvil, se ha levantado temprano, tiene calor, está exhausto y quiere otra cerveza, otra tapa, otro chiste, cualquier cosa que le ayude a olvidar las responsabilidades, y yo le comprendo y me pido también otra cerveza y otra tapa y hasta un helado deseando que alguien cuente algo gracioso y me recomponga el maquillaje derretido con factor solar que me apliqué a las nueve de la noche.
La Lectura // elmundo
Cuando mi abuela nació se desayunaba antes y se cenaba antes, y desde luego no había jornadas laborales con dos horas vacías en el centro comiéndose el día Leer
Cuando mi abuela nació se desayunaba antes y se cenaba antes, y desde luego no había jornadas laborales con dos horas vacías en el centro comiéndose el día Leer