Al subir al Palau Sant Jordi para ir a un concierto de Lady Gaga, Beyoncé o Coldplay cuesta imaginar esa misma ladera hacinada de barracas, que Montjuïc fuera como una favela con más de 30.000 chabolas; aunque nunca hubo cifras oficiales. Desde la montaña hasta el mar, a espaldas de la Barcelona modernista y de la perfecta retícula del Eixample, se extendía otra ciudad: mísera, insalubre, sin agua corriente, con calles sin asfaltar… Uno de los chavales de ese arrabal, que creció en las Casas Baratas, vio la Guerra Civil con ojos de niño y dejó el colegio a los 16 años, escribió la novela fundacional de la literatura de periferia en España: Donde la ciudad cambia su nombre, publicada en 1957. Firmada por un entonces desconocido Paco Candel (1925-2007), la novela hizo realidad el suburbio, sin la mirada intelectual ni exótica de algunos escritores que luego se asomarían a las afueras.. Candel fue tan realista al escribir este far west a la española, con acentos del sur, reyertas de honor y conversaciones entre lo quijotesco y lo antropológico, que ni siquiera cambió los nombres de los personajes. Sus motes reales eran mejores que cualquier ficción: el Perchas, Juan de Dios, Paquito el Bienhecho, el Rubio… «Esos tipos no son de papel, no permanecen quietos y olvidados en las páginas de un libro; estos tipos son de carne y hueso, y, en menos que canta un gallo, ¡flap!, que diría el Paquirri, te hinchan un ojo», escribe, profético, al final de su novela. Con una cándida inocencia, Candel creía que sus vecinos de las Casas Baratas, «censo nada aficionado a la lectura», no leerían jamás su libro. Muchos ni siquiera sabían leer. Pero cuando lo hicieron (o se lo leyeron en voz alta en el bar) salieron a buscar al Candel para lincharle.. Durante tres días, el joven escritor no salió de la sacristía de la Iglesia de la Mare de Déu de Port, donde su padre le escondió. Pero luego iría puerta por puerta a disculparse con sus paisanos, dando explicaciones a quien pudiera haberse sentido molesto por su libro. En cambio, otros se quejaban porque no aparecían en él. Años después lo contaría en la secuela ¡Dios, la que se armó!. No fue la única persecución. Tras el inesperado éxito y aunque ya había pasado por el filtro de la censura, la novela fue retirada de quioscos y librerías por la Brigada Político-Social. Sin embargo, muchos libreros ocultaron ejemplares bajo el mostrador, el editor José Janés lanzó una edición clandestina y el libro empezó a venderse de estraperlo. Todo el mundo quería leer Donde la ciudad cambia su nombre. Paco Candel saltó a la fama como el escritor de los suburbios (de donde nunca quiso irse, por cierto).A los pocos meses publicaría un artículo revolucionario, Los otros catalanes, en la exquisita revista literaria La jirafa, dirigida por el editor Rafael Borràs.. Iglesia de Santa Maria de Port, donde trabajaba el padre de Paco Candel.GORKA LOINAZ. Si con su novela Candel puso la Zona Franca en el mapa (una amalgama de barrios, la mayoría autoconstruidos: Can Tunis, Port, Casas Baratas, Marina…), con su artículo se alzó como la voz de los inmigrantes, de los charnegos. Empezaba, provocador, recordando una pintada que los milicianos de las FAIh abían escrito en la Torrassa, L’Hospitalet, ya en 1933:Cataluña termina aquí, aquí empieza Murcia. Aunque el propio Candel reconocería que había dudas históricas sobre esa inscripción, le servía para plantear la sempiterna cuestión catalana con un aplastante sentido común, tan crítico con los catalanes que rechazaban al resto de españoles como con los españoles que se quejaban de los catalanes. Por resumirlo en tres de sus líneas:«El hombre se aclimata. La tierra es imperturbable. El hombre quiere la tierra en la que vive».. De nuevo, otro éxito. Tanto que lo convertiría en un ensayo, hasta Jordi Pujol le animó a hacerlo. Anécdota: en 1958 un jovencísimo y muy católico Pujol había publicado clandestinamente y bajo seudónimo un libro muy distinto al de Candel, La inmigración, problema y esperanza de Cataluña, hoy prácticamente inencontrable.. Como declaración política en pleno franquismo, en 1964 la flamante Edicions 62 publicó Els altres catalans en catalán -en traducción de Ramon Folch-, aunque originalmente Candel lo escribiera en castellano, como toda su obra. Y fue un fenómeno: el primer best seller en catalán, el libro más vendido de Sant Jordi, que agotó la primera edición de 30.000 ejemplares en apenas tres semanas. Luego vendrían reimpresiones y, en 1965, la versión original en castellano.. Mural de Roc Blackblock dedicado a Paco Candel en las escaleras del Polvorín.GORKA LOINAZ. Cataluña no se entiende sin Candel, que en Els altres catalans ya vaticinaba que habría un president charnego: llegó en 2006 con José Montilla, nacido en Córdoba y criado en Cornellà. En la Transición, el activismo de Candel le llevó casi de forma natural a la política, que abandonó pronto y muy decepcionado. Lo contó, como siempre, en sus libros, con títulos más que significativos: Un charnego en el Senado (sobre su experiencia como senador del PSUC entre 1977 y 1979) y Un ayuntamiento llamado Ellos (sobre su papel como concejal de Cultura en L’Hospitalet).. Aunque escribió más de 50 libros su figura ha caído en un cierto olvido contemporáneo. Algo que el Centenario de su nacimiento quiere paliar con reediciones (Ediciones 62 recupera Els altres catalans sin censura), una nueva biografía a cargo del periodista Genís Sinca (Candel, en Comanegra), encuentros literarios y rutas por la geografía candeliana de la Zona Franca. «En los años 60 y 70, era muy difícil que en Cataluña nadie tuviera un libro de Candel en casa. Pero es cierto que en los últimos lustros y sobre todo para las nuevas generaciones, ha quedado desdibujado…», lamenta Sinca frente a un Bitter Kas en el bar La Rosa de la Zona Franca. Su biografía, de momento, no tiene traducción prevista al castellano. De hecho, sorprenden las pocas iniciativas para recuperar a Candel en español y que hasta el Palau Robert-que depende de la Generalitat- haya descartado una magna exposición sobre el escritor. «Iba a titularse La solución Candel, porque su mensaje sobre la inmigración sigue más vigente que nunca. Candel se reivindicaba a sí mismo como literatura catalana escrita en castellano. Su obra es muy moderna. Ahora está de moda el género de la autoficción. Pero él ya lo hacía…», destaca Sinca, que será el guía de las primeras Rutas Candel.. El despacho de Candel tal y como lo dejó, con su transistor y su máquina de escribir.GORKA LOINAZ. Las rutas empiezan en lo que antaño fuera la fábrica de la Philips: la Biblioteca de la Zona Franca, que lleva el nombre de Paco Candel y donde se pueden encontrar todos sus libros. Al salir de la biblioteca se cruza un jardín botánico con un pequeño lago, donde los jubilados hacen taichi por la mañana. Lo proyectó en los años 60 la paisajista Van der Harst, esposa del director de la Philips, para que los obreros tuvieran un lugar de descanso. Ella misma trajo varios ejemplares de plantas exóticas: un robusto ombú, un cactus gigante (de los más grandes de la ciudad), jacarandás con sus vistosas flores violetas y hasta una grevillea australiana de 24 metros, catalogada como árbol de interés local.. Pasado el parque se llega al complejo de viviendas de ladrillo vista de la Seat, casi un barrio dentro del barrio, que se levantó en los años 50 para los trabajadores de la fábrica y que Candel también retrata en sus libros. Aunque el paisaje era muy distinto.. Candel llegó a Barcelona con apenas dos años, en plena dictadura de Primo de Rivera, cuando la ciudad se preparaba para la Exposición Internacional de 1929 y recibió una oleada de 200.000 inmigrantes. La mayoría se instaló a los pies de Montjuïc, en la ladera sur, entonces aún abierta al mar, con su playa y casitas de pescadores. Nada que ver con las vistas de hoy al puerto industrial y a la autopista Litoral.. «Durante el siglo XIX, Montjuïc había sido el gran huerto de Barcelona, muy apreciado por sus sandías y alcachofas. Todo eran campos. Incluso hubo balnearios aristocráticos y en 1882 se construyó un hipódromo que, además de las carreras de caballos, sirvió de aeródromo. El primer vuelo de la península en un aeroplano salió de aquí, en 1910, con el piloto francés Julien Mamet», añade Sinca mientras anda por un barrio donde aún predominan los bloques de ladrillo vista con ropa colgada en los tendederos de las ventanas.. Fotografía antigua de Paco Candel entre los libros de su estudio.GORKA LOINAZ. El propio Candel describió esa transformación: «Estamos en unos barrios fabriles, unos barrios que antaño fueron verdes, como otro valle literario, con campos y más campos, todo muy poético, y hoy han sido invadidos por fábricas, chimeneas y más chimeneas, llenándolo todo de polvillo negro, de detritus, de ríos de ácido que han suplantado a los cristalinos de antes».. Sinca trata de dibujar el paisaje de las antiguas Casas Baratas, desaparecidas con el nuevo milenio, como el poblado gitano de Can Tunis, zona dura de la heroína en los años 90, adonde llegaba el 38, conocido popularmente como el yonkibus. Aquí es Donde la ciudad cambia su nombre, donde transcurre el primer capítulo, Crimen, una fatal reyerta.. Candel era uno más del barrio y lo escribe desde un fuerte sentimiento de pertenencia. Y de clase. Contó lo que era de dominio público, en unas inesperadas y casi quijotescas escenas costumbristas, con una sencillez y humor marca Candel. Todos en el barrio sabían que el Perchas -le llamaban así solo porque vendía perchas, no porque fuera un tipo fornido, al contrario, era bajito- había instalado una ducha, un rudimentario tubo de plástico, en el patio de su casa y que su mujer, «espléndida, generosa, tan generosa como gorda, que ya es decir demasiado» -así la describe Candel- había invitado a las vecinas para que probaran tal lujo. El Perchas, que las oía reír y chapotear, agarró un berbiquí e hizo un agujero en la pared para espiar a esas «odaliscas, si no preciosas y esculturales, sí retozonas y bullangueras». Candel lo describe como si fuera un cuento de Las mil y una noches o una versión obrera de la escena más tórrida del Tirant lo Blanc de Joanot Martorell, cuando el caballero de las Cruzadas espía cómo la doncella Plaerdemavida baña sensualmente a la princesa Carmesina. Pero aquí se impone la realidad candeliana: la hija del Perchas (tenía cuatro) descubre al papa y va corriendo a contárselo a la mama, que coge una percha y se la estampa en la cabeza, seguida de las «odaliscas bullangueras» aún chorreando agua. La censura franquista eliminó la pintoresca escena en que las mujeres sacan al Perchas a la calle, lo tiran al suelo, le abren la bragueta y le lanzan agua, aceite, tierra, escupitajos… Todo aderezado con insultos, amenazas y juramentos.. Otro punto de la ruta Candel es la iglesia de la Mare de Déu de Port, construida en 1939 para sustituir la capilla que los anarquistas quemaron cuando estalló la Guerra Civil (y que habían levantado los inmigrantes con sus propias manos hacía apenas una década). Aquí trabajó el padre de Candel como sacristán y vivió la familia durante años.. El itinerario termina en lo que fuera el estudio de Candel, detenido en el tiempo, casi como él mismo lo dejó en 2007. «Aquí es donde escribió Els altres catalans», cuenta su hija María frente a la máquina de escribir y un transistor. Todo son libros y objetos evocadores:su colección de pipas, sombreros, un botijo, estampitas, un reloj de bolsillo, algunas navajas («¡Se las regalaban!», exclama su hija)… «Mi padre siempre decía que un escritor no es un dandy, él se consideraba un obrero de la pluma, no se levantaba de la silla durante toda la jornada laboral», recuerda.. Hace años que María Candel intenta museizar este pequeño piso de la Zona Franca y, a pesar de las conversaciones con el Ayuntamiento, el proyecto sigue detenido. «Tiene un doble valor patrimonial: es la típica casa de la inmigración de los años 50 y 60, todo está igual. Además, es el estudio de un escritor, con todos sus libros, objetos y referencias», destaca.. Afuera, al final de la calle, un precioso mural de Paco Candel decora la pared de las escaleras que suben al Polvorín. Es obra del artista Roc Blackblock, un encargo de la revista Sàpiens para conmemorar el 15º aniversario de su muerte, en 2002. Nadie lo ha grafiteado ni mutilado en estos tres años. Candel nunca se fue del barrio. Y aquí permanece.
La Lectura // elmundo
Fue la voz de los charnegos, el primero en escribir sobre el suburbio en ‘Donde la ciudad cambia su nombre’ (1957). Su ensayo ‘Els altres catalans’ fue el primer ‘best seller’ en catalán, en el Sant Jordi de 1964. En el centenario del escritor, varios libros y rutas reivindican su legado Leer
Fue la voz de los charnegos, el primero en escribir sobre el suburbio en ‘Donde la ciudad cambia su nombre’ (1957). Su ensayo ‘Els altres catalans’ fue el primer ‘best seller’ en catalán, en el Sant Jordi de 1964. En el centenario del escritor, varios libros y rutas reivindican su legado Leer