Esta edición de Diarios de la Segunda Guerra Mundial, «el último» libro de Chaves Nogales, igual no ha sido un buen negocio para nadie. Ni para el periódico que quiso hacer creer a sus ingenuos lectores que era «todo» lo que quedaba por publicar del periodista sevillano; ni para la editorial El Paseo, que verá en unos meses en las librerías ediciones más completas y fiables que la suya; ni para Yolanda Morató, una buena filóloga y editora de estos artículos, cuyo trabajo ha sido cuestionado con seriedad por Abelardo Linares, la autoridad indiscutible en la materia; ni para el propio Linares, que ha sufrido a un tiempo un doble revés en la amistad y en el lucro cesante (esta edición perjudica la que él mismo prepara desde hace años).. Ni lo hubiera sido, seguramente, para Chaves Nogales, atónito de ver ahora muchos de sus artículos traducidos de otras lenguas, cuando existen los originales en castellano (inéditos aún y, eso sí, en poder de Linares, quien se disponía a pasárselos a su amiga y colaboradora Morató, como hizo ya con otros, en el momento en que esta decidió inesperadamente precipitar la ruptura), un Chaves, añadiremos, que sin duda desearía que, por el bien de su propia obra, esos dos viejos amigos se amistaran de nuevo, tal y como lo deseamos quienes los conocemos desde hace muchos años.. ¿Deberíamos, pues, esperar a la edición canónica antes de comentar lo que en verdad importa, estos artículos? Seguramente, pero el interés que suscita la obra de Chaves y su atractivo personal son tan poderosos que resulta imposible no sucumbir a la curiosidad.. Estas piezas se escribieron de septiembre de 1939 a junio de 1940, o sea, del inicio de la 2GM a la entrada de los nazis en París, fecha en la que Chaves, como miles de parisinos, huyó de la capital. Llevaba ya en París tres años. Había dejado en España una República en manos del soviet, un Estado fallido y su propia vida profesional en entredicho. Durante medio siglo no se lo perdonaron ni los hunos ni los hotros. En Francia Chaves siguió haciendo lo que mejor se le daba: escribir artículos y reportajes. Cientos. A veces tres por día. Cuatro agencias se los enviaban a quince o veinte países, en cuyas hemerotecas permanecieron enterrados ochenta años. Morató publica ahora algo más de doscientos de los seiscientos que han logrado reunir entre ella y Linares (a los que han de sumarse los que este ha rescatado, inéditos y en su poder aún, y distintos de los que figuran en La caída de Francia, publicado en Montevideo en 1941 y también encontrado por Linares en su día).. «Hay quien dice que estos nuevos artículos no están a la altura. No es verdad; son espléndidos y de lectura apasionante, incluidos los más circunstanciales». Hay quien dice, porque siempre hay quien tiene que decir algo de todo, que los artículos que acaban de editarse no están a la altura de El maestro Juan Martínez que estaba allí o de su Juan Belmonte, del que acaba de publicarse una edición magnífica de Andrés Amorós. No es verdad; estos artículos parisinos son espléndidos y de lectura apasionante, incluidos los más circunstanciales. Otros lo acusan de haber abandonado en ellos el periodismo (o sea, la libertad) para escribir al dictado de los aliados (o sea, la propaganda).. Vayamos por partes. Estos artículos son de dos clases: costumbristas y políticos. Larra y Camba, Baroja (el de Ayer y hoy) y Pla. Los costumbristas (la vida de la retaguardia, cabarets, racionamiento, paseos nocturnos por París bajo el toque de queda) están escritos con mano maestra, siempre con un humor muy fino y suma prestancia, atento, curioso y entretenido; y cuando yerra en los políticos no es tanto por falta de olfato sino por escribir como es propio en tiempos de guerra, con una mano atada atrás. E incluso entonces, nunca es un propagandista (alguien venal), sólo un liberal que defiende apasionadamente sus ideas democráticas. No hay página aquí sin su fulgor. Y claro, cuando acierta es clarividente (adivinando los futuros exterminios nazis, por ejemplo, sujetos al desarrollo de la técnica).. Decíamos al principio que este libro de El Paseo igual no era un buen negocio. Pero también están los happy few de Chaves, esos que no podrán esperar a que Renacimiento publique en breve lo mucho que falta y den cuenta de él, como ha sido mi caso.
La Lectura // elmundo
¿Deberíamos esperar a la edición canónica antes de comentar estos artículos? Seguramente, pero el interés que suscita su obra es tan poderoso que resulta imposible no sucumbir a la curiosidad Leer
¿Deberíamos esperar a la edición canónica antes de comentar estos artículos? Seguramente, pero el interés que suscita su obra es tan poderoso que resulta imposible no sucumbir a la curiosidad Leer