Se veía a sí mismo, a lo Montaigne, como alguien que quiere dar «una sensación ondulante, flexible, de mi vida pasada». Así lo declaró en Alma española, aquella revista en cuyo primer número publicó Galdós su célebre «Soñemos, alma, soñemos». Fue en 1903. Le quedaban aún más de sesenta años de vida. Una vida más empeñada que mortecina, como se la supone. Dijo también: «Yo he aprendido de Juan Luis Vives el amor a las cosas pequeñas».. Acaba de publicarse una biografía de Azorín. La última, de Santiago Riopérez y Milá, de hace casi medio siglo, era un mapa a escala 1/1. La de Francisco Fuster (Alianza), mucho más abarcable, ordena, compendia y pone al día la abrumadora información que se tiene de él. ¿La principal virtud de este libro? Fuster no sale o se queda detrás, de lo más azoriniano. Tampoco se ensaña (cuando recuerda lo poco que hizo Azorín por los hijos de su cuñado Ciges, fusilado en la guerra, o la supresión de una dedicatoria a Giner de los Ríos). Procede como un notario balzacquiano, sin adornarse con la péñola. Y hasta llegar al alma, que Azorín, como la carta de Poe, tiene siempre a la vista.. Baroja es un escritor de partida; Azorín, de llegada.. De aquella generación de individualistas ellos dos fueron los únicos que cultivaron y conservaron su amistad hasta el final (entiéndase: ni dejaron de tratarse de usted ni creo que traspasaran jamás el umbral de la intimidad).. Al comienzo de sus carreras se pusieron de acuerdo en algo que resultó trascendental: escribir corto. A partir de ahí la prosa de Baroja iría de, con o en zapatillas y la de Azorín bajo la pleita de los eremitas. Uno sigue siendo la más atractiva puerta con que cuenta hoy quien quiera iniciarse en la lectura y entrar en el paraíso de la literatura (El árbol de la ciencia, tituló Baroja una novela suya), y el otro es, por el contrario, para lectores avezados. Pero cien años después representan lo mismo: la escritura moderna (quién lo diría), o si se prefiere, legible y actual. Hijo de ambos, Josep Pla.. «La prosa de Azorín se la inventó él. Telegrafía sin hilos. Sujeto, verbo y predicado, adjetivos certeros como dianas y verbos escogidos. Y siempre al tran tran». La prosa de Azorín se la inventó él. Telegrafía sin hilos. Sujeto, verbo y predicado, adjetivos certeros como dianas y sustantivos y verbos escogidos (a menudo en el diccionario, sí, o debajo de la alcatifa del habla popular). Y siempre al tran tran. Que alguien así consiga mantener nuestro interés es un milagro nunca jamás dilucidado. Y esta pequeña extravagancia: a Azorín le tentó la política, pero no como a Unamuno, sino la de los subsecretarios. Baroja decía que su amigo tenía un temperamento gubernamental. Muy cierto.. Tras unas veleidades anarcodecorativas, acabó de conservador, lo que no le privó, llegada la República, de sus arrequives federalistas. Participó en varias combinaciones, y cabildeó con varia fortuna. Podría resumirse así: el pan del Estado es poco, pero muy blanco, y la literatura en el mejor de los casos te da el laurel, pero no el puchero donde ponerlo. Quiero decir que Azorín, poco partidario de pasar hambre, terminó franquista.. Y sin embargo… mantuvo sus obras al margen de la política. Como si llevara una doble vida. La mayor parte de sus admirables libros se publicaron antes como artículos de periódico. Hoy no le resultaría difícil encontrar un periódico que quisiera publicarlos (se publica casi todo), pero sí uno que quisiera pagárselos. Viajes, lecturas españolas (junto a JRJ el crítico más fino de su tiempo), observaciones minuciosas, a menudo de tan extraordinaria perspicacia que maravillan. Tiene incluso humor (es el Buster Keaton de nuestra literatura), y la poesía siempre circulando alrededor de esas frases tan telegráficas. Azorín es un poeta.. En 1949 respondió a un cuestionario Proust que le formuló Pérez Ferrero. Entre todas sus respuestas, en estas cuatro está su alma: «¿Cuál es su ocupación predilecta? Releer. ¿Y su diversión preferida? Dejar pasar el tiempo. ¿Qué animal le causa mayor horror? La carcoma en el libro. ¿Y qué animal prefiere o le gusta más? El perro perdido». La entrevista está mecanografiada por el mismo Azorín, que ha añadido después, de su puño y letra, con una estilográfica, «pobre», para que se lea: «El pobre perro perdido». Unos días, perro callejero; otros, perro del arrabal, y otros, en fin, perro de aldea. Pero siempre perro, y siempre perdido.
La Lectura // elmundo
Le tentó la política, pero no como a Unamuno, sino la de los subsecretarios. Y sin embargo… mantuvo sus obras al margen. Como si llevara una doble vida. Poco partidario de pasar hambre, terminó franquista Leer
Le tentó la política, pero no como a Unamuno, sino la de los subsecretarios. Y sin embargo… mantuvo sus obras al margen. Como si llevara una doble vida. Poco partidario de pasar hambre, terminó franquista Leer