La estadounidense Anne Tyler (Minneapolis, 1941) es autora de novelas como Reunión en el restaurante,Nostalgia, Ejercicios respiratorios, El matrimonio amateur o El turista accidental, quizá la que más resuena fuera del ambiente literario, gracias a la adaptación cinematográfica, aunque no es la única de sus obras que se ha convertido en película. La novela que acaba de publicar Lumen, con estupenda traducción de Ana Mata Buil, Tres días de junio, tiene como protagonista y narrador a Gail Baines, una mujer de 60 años, divorciada y con una única hija cuya boda es el centro de la novela: lo es en el sentido en que está en la mitad, sucede el segundo de esos tres días de junio a los que hace referencia el título y que secuencian el libro.. Hay tres partes, una por cada día: «El día de Belleza», «El día D» y «El día después». Sin embargo, en cuanto a centro en el sentido no físico, la novela lo rehúye de manera deliberada, y para lograrlo, Tyler, una narradora superdotada, lo atomiza y lo va desperdigando, como miguitas o pistas dispersas para que el lector atento y juguetón se tope con ellas y, si quiere, lo recomponga.. Traducción de Ana Mata Buil. Lumen. 192 páginas. 19,90 € Ebook: 9,99 €. Puedes comprarlo aquí.. La manera en que se despliega la historia es el gran truco de la novela, donde se muestran las habilidades de Tyler, que aquí aparece con otra cara. En algunos aspectos, Tres días de junio vuelve a asuntos que la escritora ya ha explorado en otras novelas: las familias y el matrimonio parecen ser sus grandes temas, diseccionados con maestría en otros de sus trabajos. Se mueve en su terreno geográfico habitual, Baltimore, donde ella misma vive.. La extensión es mucho menor y con ese cambio en la longitud viene un cambio también en el estilo: un poco más cortante y saltarín, también más entrecortado. En parte, porque quien habla es Gail, en cuya mente nos introduce Tyler sin que nos demos cuenta: «La gente ya no da golpecitos al reloj; curioso, ¿verdad? […] Me acordé de eso hace poco, un viernes por la mañana en que Marilee Burton, la directora del colegio donde trabajaba, me pidió que entrase en su despacho cuando pasaba por delante de su puerta».. Esa conversación en el despacho se salda con Gail saliendo de la habitación, luego del edificio, es decir, abandonando su lugar de trabajo de un modo un poco inesperado. Sólo cuando está en el coche desvela que es el día previo a la boda de su única hija: «Vivía en un barrio tan próximo al colegio que a veces iba andando a trabajar, pero esa mañana había ido en coche porque tenía intención de pasar después por la tintorería para recoger el vestido que me pondría por la noche. Era la noche del ensayo de boda de mi hija, y luego habría una cena. Pero ahora no tenía ni pizca de ganas de asistir. Me imaginaba sentada en la iglesia medio vacía mientras el resto de los invitados me señalaban y cuchicheaban».. Lo que resulta admirable en esta novela, y toda una lección de escritura de Tyler de esas de las que conviene tomar apuntes, es la manera en que construye al personaje a base de detalles aparentemente nimios pero que no lo son, más bien resultan definitorios de la protagonista.. Una serie de azares hacen que el ex marido tenga que alojarse en casa de Gail durante dos noches, la de antes de la boda y la de la boda misma. Max, el ex marido, trae además una gata cuya dueña ha muerto. Mientras la familia del novio, especialmente la madre, se ocupa de preparar los detalles del enlace con excesivo celo y prácticamente deja fuera a Gail, a Debbie, la hija, le entran dudas de última hora después de que su futura cuñada se vaya de la lengua con un asuntillo para nada menor. Esta historia hace que el lector descubra la causa del fin del matrimonio entre Gail y Max, que no es la que piensa la hija, ni siquiera la que se dibuja en la cabeza del propio lector conforme va leyendo sobre el pasado recordado por Gail. En esta novela, Tyler juega al despiste, y aunque hay pistas sobre cuál es el centro de la novela, hay que advertir que algunas son falsas.. Tyler propone un juego de espejos y resonancias del que los protagonistas son conscientes: las circunstancias que se dan en este reencuentro entre Gail y Max repiten algunas de las que se dieron cuando se conocieron. Gail se acuerda de Atrapado en el tiempo, la famosa película protagonizada por Bill Murray. «Esa en la que la gente vive el mismo día una y otra vez hasta que las cosas salen bien», le explica a Max para refrescarle la memoria. El pensamiento de Gail sobre qué ocurre con todo aquello que nos quedamos sin decir, cobra entonces más fuerza: «Algún día me gustaría que me dieran un premio por todas esas veces en las que no dije algo que podría haber dicho», reflexiona la protagonista con humor.. A pesar de lo que pueda parecer, Tres días de junio no es una novela sobre lo que una madre enseña a su hija a propósito del matrimonio, sino sobre lo que la madre descubre de sí misma al revivir una historia similar a la suya propia. Tyler lo cuenta de un modo deliberadamente ligero y leve, no hay asomo de gravedad, y eso que el tema central de la novela es, ahora sí lo decimos, el tiempo: cómo lo percibimos y también cómo nos vemos a nosotros mismos una vez que el tiempo ha pasado y aplicado su magia.. A veces recuerda a Los Maple y otras obras de John Updike, pero aquí no hay asomo de cinismo. Pensaba también en algunas novelas de Jane Smiley, aunque, insisto, sin la gravedad. Tres días de junio encierra algo encantador que tiene que ver sobre todo con la manera en que se cuenta una historia que puede resumirse en una línea. Y también con el dominio de Tyler y con la manera en que consigue hacernos ver a su protagonista sin aportar ni una sola descripción, solo adentrándonos en su cabeza.
La Lectura // elmundo
En ‘Tres días de junio’ la escritora estadounidense narra una hilarante y honda historia de simetrías y equívocos que demuestra cómo la calidad literaria reside en la manera en que se cuenta algo que puede resumirse en una línea Leer
En ‘Tres días de junio’ la escritora estadounidense narra una hilarante y honda historia de simetrías y equívocos que demuestra cómo la calidad literaria reside en la manera en que se cuenta algo que puede resumirse en una línea Leer