En la remota aldea de Al-Qassabin, al noroeste de Siria, los niños no iban a la escuela, no había ninguna en los años 30. Al pequeño Alí Ahmad Said Esber le enseñó a leer y a escribir su padre, que le recitaba antiguos poemas árabes, versos que el niño iba memorizando y repitiendo. Bajo los árboles, instintivamente, Alí empezó a componer sus propios poemas. Un día de 1943, el flamante presidente de la recién creada República de Siria, Shukri al-Q. Hazte Premium desde 1€ el primer mes. Aprovecha esta oferta por tiempo limitado y accede a todo el contenido web. Si lo prefieres
La Lectura // elmundo
El gran poeta árabe, con las huellas del exilio en sus versos, une la tradición oriental y la occidental. Este otoño recibe el Premio Joan Margarit mientras su nombre sigue sonando para el Nobel Leer
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